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podra tener ms y menos; pero esto es evidentemente imposible y, por
consiguiente, no puede uno hacerse injusticia a s mismo. En segundo lugar,
como el que hace una injusticia la comete con voluntad e intención, y el que
la sufre, la sufre contra su voluntad, si uno pudiera ser injusto para consigo
mismo, resultara que hara, a la vez, una cosa con plena voluntad y contra
su voluntad. sta es otra imposibilidad palpable, y, ya valga este
argumento, ya valga el anterior, resulta que no es posible ser injusto para
consigo mismo.
El mismo resultado tenemos si descendemos a los delitos particulares.
Se hace uno culpable de delito cuando niega un depósito o comete un
adulterio, un robo o cualquiera otra injusticia particular. Pero no puede uno
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Psikolibro La gran moral Aristóteles
negarse a s mismo un depósito que se le ha confiado, no puede cometer un
adulterio con su propia mujer, no puede robar su propio dinero; y, por
consiguiente, si son stos todos los delitos posibles y no puede cometerse
uno solo contra s mismo, resulta de aqu que es imposible ser culpable y
cometer un delito contra s. Si todava se sostiene que puede ser esto
posible, se habr de convenir en que la injusticia, en tal caso, nada tiene de
social y poltica, y que es puramente domstica o económica. He aqu cómo.
Dividida el alma como est, en muchas partes, una es mejor y, otra es
peor; y si cabe una injusticia en el alma, nicamente ser de unas partes
respecto de las otras. La injusticia domstica o económica sólo puede
distinguirse relativamente a lo peor y a lo mejor, para que sea posible que
haya justicia e injusticia del individuo para consigo mismo. Pero aqu no nos
ocupamos de esta clase de justicia, sino nicamente de la justicia poltica,
es decir, de la que se ejerce entre ciudadanos iguales.
En resumen, el individuo, en punto a los delitos que son objeto de
nuestro estudio, no puede ser culpable para consigo mismo. Pero an se
puede preguntar: Quin es el culpable en el alma? En qu parte reside el
delito? Es en la parte del alma que tiene una disposición injusta, o en la
que juzga con injusticia, o en la que hace la partición injustamente, como
sucede en las luchas y en los concursos? Si se recibe el premio de mano del
presidente, que es el que decide, no se, hace una injusticia, aunque el
premio haya sido dado injustamente. El nico culpable de la injusticia
cometida es el que ha juzgado mal y dado mal el premio. Y aun el
presidente es culpable en un sentido, y no en otro. Lo es en tanto que no ha
fijado lo justo conforme a la verdad y a la naturaleza; pero en tanto que ha
dado su fallo segn sus propias luces, no es ni injusto, ni culpable.
Captulo trigsimo segundo
De la razón
Hablando de las virtudes, hemos explicado lo que son, en qu actos
consisten y a qu se aplican. Adems, hemos dicho, fijndonos en cada una
de ellas en particular, que el que las practica se conduce lo mejor posible y
segn la recta razón. Pero limitarse a esta generalidad y decir que es
preciso obedecer a la recta razón es como si dijera alguno que para
conservar la salud deben usarse alimentos sanos. Consejo muy oscuro, y si
yo lo diera, se me respondera: Indicad con precisión las cosas sanas que
recomendis. Lo mismo sucede con la razón, y puede preguntarse
tambin: Qu es la razón y qu es la recta razón? Para responder a esta
pregunta, lo primero que debe cuidarse es de especificar bien la parte del
alma en que radica la razón que se busca.
Ya antes, en una sencilla indagación que hicimos sobre el alma, vimos
que hay en ella una parte que est dotada de razón, y otra que es
irracional. A su vez, la parte del alma que est dotada de la razón se divide
en otras dos, que son la voluntad y el entendimiento, que es capaz de
ciencia. Estas partes del alma son diferentes, lo cual se prueba por la
diferencia misma de sus objetos. As como son cosas diferentes entre s el
color, el sabor, el sonido y el olor, as la naturaleza les ha designado
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Psikolibro La gran moral Aristóteles
sentidos especiales y diversos. Percibimos el sonido por el odo, el sabor por
el gusto, el color por la vista. Debe suponerse que la misma ley se aplica a
todo lo dems, y puesto que los objetos son diferentes, es preciso tambin
que las partes del alma, que nos los hacen conocer, sean diferentes como
ellos. Una cosa es lo inteligible y otra es lo sensible, y como es el alma la
que nos hace conocer lo uno y lo otro, es preciso que la parte del alma que
se refiere a lo sensible sea distinta que la que se refiere a lo inteligible. La
voluntad y la libre reflexión se aplican a las cosas de sensación y de
movimiento; en una palabra, a todo lo que puede nacer y perecer. Nuestra
voluntad delibera acerca de las cosas que depende de nosotros hacer o no
hacer despus de una decisión previa, y en las que la voluntad y la [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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