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arquitectura, la poesa y la retórica, la religión y la tica. En todas partes aparece la
conciencia de que existe en la acción prctica del hombre una norma de lo
proporcionado (pre/on, a(rmo/tton), que, como la del derecho, no puede ser
transgredida con impunidad. Sólo si alcanzamos a comprender el dominio ilimitado
de este concepto en todos los aspectos del pensamiento griego de los clsicos y de los
tiempos posteriores, (164) llegaremos a una representación adecuada de la fuerza
normativa del descubrimiento de la armona. Los conceptos de ritmo, medida y
relación se hallan en ntima conexión con l o reciben de l su contenido ms preciso.
Lo mismo para el concepto del cosmos que para el de la armona y el ritmo, el
descubrimiento de la "naturaleza del ser" es el estadio previo para llegar a su
trasposición al mundo interior del hombre y al problema de la estructuración de la
vida.
No sabemos cul era la ntima conexión entre la especulación matemtica y
musical y la doctrina de la transmigración de las almas de Pitgoras. El pensamiento
filosófico de aquellos tiempos es esencialmente metafsico. As el mito irracional del
origen del alma deba proceder del campo de las creencias religiosas. La doctrina
anloga de los órficos fue probablemente la fuente de la representación del alma de
Pitgoras. Los filósofos posteriores se hallan tambin ms o menos influidos por ella.
El siglo VI, que tras el naturalismo disolvente del siglo VII es una lucha decisiva
para llegar a una nueva estructuración espiritual de la vida, no significa sólo un
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vigoroso esfuerzo filosófico, sino tambin una poderosa elevación religiosa. El
movimiento órfico es uno de los ms relevantes testimonios de esta nueva intimidad
que penetra hasta lo ms profundo del alma popular. En su anhelo de un nuevo y alto
sentido de la vida se halla en contacto con el esfuerzo del pensamiento racional de las
concepciones filosóficas para llegar a una "norma" objetiva del ser cósmico. El
contenido dogmtico de las creencias órficas no tiene evidentemente importancia.
Los modernos lo han sobrestimado enormemente con el objeto de alcanzar una
imagen que les permitiera confirmar su idea a priori de una religión de la redención.
Sin embargo, en las creencias órficas relativas al alma amanece un nuevo sentimiento
de la vida humana y una nueva forma de la conciencia de s mismo. En el concepto
órfico del alma, en contraposición al concepto homrico, hay un elemento normativo
expreso. De la creencia en el origen divino del alma y en su inmortalidad se sigue la
exigencia de mantener su pureza en su estado terrestre de unión con el cuerpo. El
creyente se siente obligado a rendir cuenta de su vida. Hemos hallado ya la idea de
responsabilidad en Solón. Se trataba all de la responsabilidad del individuo frente a
la totalidad del estado. Tropezamos aqu con una segunda fuente de responsabilidad
tica: la idea de la pureza religiosa. Originariamente era una pureza meramente ritual
que se extiende ahora a la esfera moral. No hay que confundirla con la pureza
asctica del espiritualismo posterior que considera el cuerpo como un mal en s
mismo. Sin embargo, los órficos y los pitagóricos mantienen ya ciertos preceptos de
contención asctica, sobre todo la abstinencia de todo alimento de carne. Y el
desprecio del cuerpo comienza ya con la brusca contraposición del cuerpo y el alma
que se sigue de la presentación de la ascendencia del alma considerada como un
husped divino (165) en la vida mortal de la tierra. Evidentemente, la pureza y la
mancha de los órficos debe ser entendida en el sentido del mantenimiento o la
transgresión de las leyes del estado. Incluso el "derecho sagrado" de los antiguos
griegos lleva consigo el concepto de pureza. Sólo con dar mayor extensión al
dominio de la validez pudo la idea órfica de la pureza alcanzar el dominio total de los
mandatos del nomos. Ello no significa su conversión en una tica ciudadana en el
sentido moderno, puesto que el nomos griego, aun en su nueva forma racional, tiene
un origen divino. Pero recibe, por su fusión con la idea órfica de pureza, un nuevo
fundamento, arraigado en el carcter sagrado y divino del alma individual.
La rpida difusión del movimiento órfico en la metrópoli y en las colonias se
explica sólo por una profunda necesidad de los hombres de aquel tiempo a los cuales
no poda satisfacer ya la religión del culto. Los dems movimientos religiosos de
aquel tiempo, la prodigiosa fuerza expansiva del culto de Dionisos y la doctrina
apolnea de Delfos, revelan tambin el crecimiento de las necesidades religiosas
personales. Es un misterio para la historia de las religiones la estrecha vecindad que
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