[ Pobierz całość w formacie PDF ]
cobarde, como debes de haber notado. Ahora est fuera, temblando de pies a
cabeza con la idea de que sepas lo que l quera hacerte. Creo que anestesia
local con un bloqueador mdico sera suficiente. Yo querra estar consciente y
bien alerta si estuvieran hacindomelo a m, te lo aseguro... -Tocó el
hipoespray con un dedo, desdeosamente.
Ella estaba sentada en silencio, la extraa cara de lobo -extraa, aunque
Miles se estaba acostumbrando a ella- totalmente opaca, inescrutable.
-T quieres que yo le deje... abrirme la pierna y...? -dijo por fin.
-S.
-Y despus, qu?
-Despus, nada. Eso ser el fin del doctor Canaba para ti.
Y de Jackson's Whole y de todo el resto. Eso, te lo prometo. Aunque
entendera perfectamente bien que no creyeras en mis promesas.
-Lo ltimo... -suspiró ella. Inclinó la cabeza, despus la levantó y se
enderezó-. Entonces, terminemos de una vez. -Ya no sonrea.
Tal como supona Miles, a Canaba no le hizo ninguna gracia tener a una
paciente en pleno uso de sus facultades. A Miles no le importaba lo mucho que
le molestara la situación, y despus de mirarle a la cara inexpresiva, Canaba no
discutió. Sacó su muestra sin decir palabra, la envolvió con mucho cuidado en
su contenedor biológico y huyó con ella hacia la intimidad y seguridad de su
propia cabina tan pronto como se lo permitió la decencia.
Miles se quedó sentado con Taura en la enfermera hasta que el bloqueador
mdico se disipó lo suficiente como para que ella pudiera caminar sin caerse.
Ella se quedó as, sin decir nada. l vigilaba sus rasgos, deseaba saber cómo
volver a encender esos ojos de oro, y en ese momento lo deseaba ms que
cualquier otra cosa.
-Cuando te vi por primera vez -dijo ella con suavidad-, fue como un milagro.
Algo mgico. Todo lo que deseaba, todo lo que quera. Comida. Agua. Calor.
Venganza. Huida. -Se miró las garras arregladas y limpias- Amigos... -lo miró-.
Tocarse...
-Qu ms deseas, Taura? -preguntó Miles, ansioso, inquieto.
-Quisiera ser normal -aadió.
Miles tambin se quedó callado.
-No puedo darte lo que no tengo yo mismo -contestó por fin. Las palabras
parecan amontonarse frente a l. Hizo un esfuerzo-. No lo desees. Tengo una
idea mejor. Desea ser t misma. Hasta el lmite. Descubrir aquello en que eres
mejor y desarrollarlo. Superar tus debilidades. Piensa en Nicol...
-Es tan hermosa -suspiró Taura.
-O en el capitn Thorne, y dime qu significa normal y por qu debe
importarme. Mrame, quieres? Te parece que tengo que matarme tratando
de vencer en combate a hombres que pesan dos veces ms que yo y miden el
doble, o en lugar de eso me conviene llevarlos a un terreno en el que el
msculo que tienen sea intil porque nunca se acercarn lo suficiente a su
objetivo? No tengo tiempo que perder. Y t tampoco.
-Sabes el tiempo que tienes? -preguntó Taura de pronto.
-Ah... -suspiró Miles con cautela-, y t?
-Soy la ltima superviviente de los mos. Cómo podra no saberlo? -Su
mentón se levantó en un gesto de desafo.
-Entonces no desees ser normal -dijo Miles con pasión, levantndose para ir
de un lado a otro-. Perderas el tiempo precioso que tienes en una frustración
sin sentido. Desea ser grande. En eso, por lo menos, tienes alguna posibilidad.
Una gran sargento, una gran mujer soldado. Una gran oficial de intendencia,
por Dios, si eso es lo que te sale mejor. Una gran intrprete, como Nicol...
piensa en lo horrible que sera que desperdiciara su talento tratando de ser
normal. -Miles se detuvo en la mitad de su arenga, consciente de s mismo, y
pensó: Ms fcil predicar que practicar...
Taura estudió sus garras pintadas, y suspiró.
-Supongo que es intil que desee ser hermosa, como la sargento Anderson.
-Es intil que desees ser hermosa como cualquiera que no seas t misma
-dijo Miles-. S hermosa como Taura, y eso lo puedes hacer, te lo aseguro.
Extraordinariamente bien. -Descubrió que le estaba teniendo las manos y pasó
un dedo sobre una garra brillante y blanca-. Aunque Laureen parece haber
descubierto cómo, t puedes guiarte por su gusto, si quieres.
-Almirante -dijo Taura lentamente, sin soltarle las manos-, eres mi
comandante en realidad? La sargento Anderson me contó algo de orientación,
pruebas de inducción, y un juramento...
-S, eso cuando nos reencontremos con la flota. Hasta entonces,
tcnicamente, eres nuestra husped.
Un cierto brillo empezó a volver a sus ojos dorados.
-Entonces... hasta entonces... no romperamos ninguna regla, verdad, si
me mostraras de nuevo lo humana que soy? Sólo una vez ms?
Deba de ser, pensó Miles, semejante al impulso que haca que los hombres
subieran las paredes lisas de roca en la montaa sin nada debajo que les
impidiera caer, excepto un rollo de tela de seda. Senta la fascinación en l,
cada vez ms fuerte, la risa que desafiaba la muerte.
-Despacio? -insinuó con voz ahogada-. Lo hacemos bien esta vez? Algo
de conversación, vino, un poco de msica? Sin la guardia de Ryoval
acechndonos arriba, ni la piedra congelada debajo de mi...
Sus ojos eran grandes, dorados y clidos, como fundidos.
-Dijiste que te gustaba practicar las cosas para las que eras muy bueno.
Miles nunca se haba dado cuenta de lo susceptible que era a los halagos de
las mujeres altas. Una debilidad de la que deba cuidarse. En adelante.
Pero ahora la llevó a su cabina y practicaron una y otra vez hasta estar a
medio camino de Escobar.
TRES
-Y qu le pasó a la muchacha loba? -preguntó Illyan, despus de un largo
silencio de fascinación.
-Ah. Le va bien. Estoy contento. Hace poco ha ascendido a sargento. Mi
cirujano de Dendarii le est dando unas drogas para retrasar en algo el
metabolismo. Experimentales.
-Entonces tal vez aumenten su expectativa de vida?
Miles se encogió de hombros.
-Ojal lo supiramos. Tal vez. Es lo que esperamos.
-Bien -cambió de tema Illyan-. Eso nos deja frente a Dagoola, sobre lo cual,
mejor ser que recuerdes que el nico informe tuyo que recib antes de que se
[ Pobierz całość w formacie PDF ]